lunes, 18 de octubre de 2010

Democracia, democracia

Extraído del diario digital República de las Ideas:

"Ayer sin previo aviso ni autorización he tomado la palabra en el Congreso de los Diputados y he pedido a los allí reunidos que concluyan la legislatura, disuelvan las Cortes y convoquen unas elecciones constituyentes. No pude decir más, amén del ¡Viva la República! porque el presidente del Congreso me retiró la palabra –y luego la acreditación-, pero hora es que en este país se ponga un punto y aparte al excesivo tiempo y régimen de la transición y que se pase de manera decidida a una reforma democrática de la Constitución porque los males que aquejan al dolido cuerpo de España, ahora aumentados por el cáncer de la crisis económica y social que nos ha conducido a los cinco millones de parados y de familias desesperadas, no es en el caso español fruto exclusivo de la hecatombe internacional del sistema financiero del estallido de 2007.

Ni siquiera toda la responsabilidad del deterioro español corresponde a los malos gobernantes que negaron la crisis y se declararon incapaces de hacerle frente desde el gobierno, ni desde la inútil y acéfala oposición, que considera de manera irresponsable los problemas de España una bendición para sus ambiciones de poder.

Las causas del deterioro político, económico y social de España son más profundas y residen en la ausencia en nuestro ordenamiento jurídico y constitucional de todo sistema de control de la vida pública política, o de una verdadera Democracia donde la separación de los poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial sea realidad y no una simulación (solo hay separación de funciones) y donde las Cortes Españolas acojan a los auténticos intérpretes de la soberanía nacional, salidos de un sistema electoral justo y representativo y no de las listas cerradas y controladas por aparatos de los partidos donde habita –salvo en contadas excepciones- un funcionariado ajeno a la excelencia representativa del conjunto de la Sociedad.

Los que inundan los escaños del Congreso y él inútil y políglota Senado con su obediencia debida al mandato imperativo de los jefes de filas donde el liderazgo también ha caído en el mismo saco de la mediocridad, y donde merodeadores de las patrias chicas y periféricas –en las que se recortan las libertades y la dignidad ciudadana- hacen su agosto en la compraventa de votos y competencias, aprovechando el rio revuelto nacional, como lo acabamos de ver en el pacto de Zapatero con Urkullu.

O la gran cama redonda donde los poderes del Estado, y los fácticos de las finanzas, la Iglesia, los jueces amigos, las grandes embajadas y los medios de comunicación retozan a sus anchas en la bacanal de los promiscuos pactos y repartos que impiden todo control democrático. Y que a lo largo de los últimos años nos han llevado por los derroteros, asumidos y tapados, del golpe de Estado, la corrupción, los crímenes del GAL, los impunes escándalos financieros, y la adoración del becerro de oro en los tiempos de las vacas gordas donde, dicho sea de paso, la cohesión nacional y el nombre de España se han dejado por el camino jirones de su Historia y de la hoy desvaída identidad nacional, ahora groseramente asimilada a la selección del fútbol nacional.

Y no es verdad que en estos tiempos de tribulaciones no se pueden hacer mudanzas de corte constitucional en pos de la Democracia, porque ese socorrido argumento ya se ha utilizado en numerosas ocasiones y porque la agotada transición ya está al final de su escapada y merece la profunda reforma constituyente que se le negó a la muerte del dictador, temerosos del poder aún latente de la dictadura moribunda y de la debilidad de la incipiente oposición democrática, para justificar la renuncia de la ruptura con el argumento de la “reconciliación” nacional, que el presidente Zapatero ha querido revisar con su ley de la Memoria Histórica sin compensarlo con la reforma democrática, que los gobiernos del PSOE y del PP se han negado a abordar a lo largo de los últimos treinta y dos años, toda una ¡eternidad!

Nada de esto, de la impostura partitocrática vigente, de la necesaria reforma constitucional y de la dañada cohesión nacional, se ha dicho nunca en el Congreso de los Diputados en todo este tiempo. Y hora era, aunque tardía, que alguien lo pronunciara en esa Cámara aunque fuera con pocas palabras que seguramente no figurarán en el acta de la sesión, lo que no les resta un ápice de verdad en su denuncia y petición constituyente frente al calculado silencio y complicidad de quienes son autores y responsables de la grave situación nacional. Fígaro"

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